‘El rey’ más difícil de coronar
‘El rey’ más difícil de coronar
Caption: Antonio Dorado le da algunas indicaciones al protagonista de su película, el actor Fernando Solórzano, durante el rodaje que tuvo lugar el año pasado en la Plaza de Caycedo, de Cali.
En este relato, pese a ser ficción, está repleto de información documental. Ahí aparece la banda ‘Robos y atracos, sociedad anónima’, que caracteriza el malevaje caleño de la época.
Han transcurrido 17 años desde la última vez y eso dificulta más las cosas. Ahora muy pocos estarían dispuestos a creer que es posible lograrlo de nuevo. Por eso Antonio Dorado supo desde el comienzo cuál era su principal obstáculo: si conseguía hacer que creyeran en su proyecto, lo demás iría llegando de a poco; incluso el dinero requerido, que es bastante.
De hecho, cuando las personas que hacen cine dicen: “Esta es una película de bajo presupuesto”, están refiriéndose a costos que frisan el millón de dólares. No iba a ser fácil que se volviera a hacer cine en Cali. Pero como el arte es la república de los tercos, Antonio no se amedrentó. Desde siempre la insistencia ha sido su fuerte.
El primer paso en firme lo dio en 1998. La Dirección de Cinematografía lo premió en la categoría ‘Mejor ópera prima’ de su convocatoria anual. Este es un estímulo otorgado por el Ministerio de Cultura para que guiones escritos por realizadores jóvenes se conviertan en filmes.
Sin embargo, los problemas aún estaban lejos de ser resueltos, pues el monto del premio sólo alcanzaba para cubrir el 20 % de los costos. Eso sin contar las dificultades técnicas. Como en esta ciudad no hay una industria audiovisual desarrollada, gran parte de los equipos e insumos habría que traerlos de Bogotá y del exterior. Dorado necesitaba buscar alternativas si no quería que su película ‘El rey’ terminara convertida en utopía.
El interés de Antonio era llevar al celuloide un relato sobre la mafia criolla; quería hacer eso que suele llamarse un ‘film noir’, una cinta de ‘gangsters’. Lo que tenía en mente era un tema tan interesante como polémico, pues el narcotráfico es uno de los fenómenos más significativos en nuestra historia reciente, pero también uno de los menos explorados.
Tal vez por eso Dorado y Fulvio González, su co-guionista, quisieron remontarse hasta los orígenes. Situaron los acontecimientos de su narración entre 1966 y 1976 pues en la Cali de esos años vive Pedro Rey, el protagonista. Este personaje recuerda a otros famosos pioneros de aquel bajo mundo, como ‘El papa negro’ y ‘El grillo’.
Y es que este relato, pese a ser ficción, está repleto de información documental. Ahí aparece la banda ‘Robos y atracos, sociedad anónima’, que caracteriza el malevaje caleño de la época. Aparece también ‘Maluco’ Flores, el policía insobornable que lo combatió durante toda su vida.
En esa mezcla de realidad e invención, Dorado fue reconstruyendo una memoria perdida. A través de Julio, personaje que hace la narración, revela asuntos olvidados; por ejemplo, el nombre popular de la cocaína: “Le llamaron ‘perico’ porque al consumirlo la gente hablaba como un loro y les espantaba la embriaguez”. Asimismo, hace referencias profundas, como las que conciernen a la doble moral del país.
Este aspecto constituía otro delicado conflicto para Antonio. Cómo tratar el tema, porque las actitudes frente al narcotráfico suelen instalarse en dos polos opuestos: están los que se rasgan las vestiduras tan sólo con oír la palabra; es decir, los que satanizan; y están los que celebran, secreta o abiertamente, la manera como distribuyó la riqueza entre los sectores marginados; o sea, los que hacen la apología del crimen.
Dorado sabía que ambas posiciones aportan poco en la comprensión de este fenómeno. Así que a lo largo de las numerosas reescrituras del guión fue elaborando un análisis abierto y crítico, un modo justo. Toda ciudad tiene una historia oculta y resulta imposible entender su presente o vislumbrar su futuro si se le desconoce.
Ecos de un viejo sueño
Antonio tocó puertas; la primera la abrió Orlando Rincón, un empresario caleño con quien creó la ‘Fundación Imagen Latina’ para desarrollar el proyecto. Otras ayudas locales vinieron rápidamente pues en esta región hacer cine es un viejo sueño. Ya es muy revelador que ‘La María’, primera película colombiana de ficción, fuera filmada aquí en 1922. También lo es que en los años 70 se hablara con entusiasmo de ‘Caliwood’.
Pero el plan de Dorado era tan ambicioso que incluía escenas filmadas en París y New York. Y aunque muchos empresarios regionales querían ayudarle, los aportes se ofrecían en servicios, trabajo y/o especie. Para continuar adelante sería indispensable conseguir financiación internacional.
A pesar de las dificultades, el entusiasmo de Antonio no decayó porque el respaldo de su familia era incondicional. Animado por ella llevó su proyecto a España y lo expuso en la Segunda Convocatoria Iberoamericana del Festival de Huelva, pero los siete productores de cine que allí logró interesar desistieron finalmente.
Sin embargo, Dorado no estaba dispuesto a perder el viaje hasta Europa y se fue entonces a París. Logró que los de ‘Eurocine’ lo recibieran y escucharan su propuesta. Estos se animaron y presentaron ‘El rey’ ante el ‘Fonds Sud Cinéma’, un fondo creado por el Ministerio de Cultura Francés para fomentar el cine del tercer mundo. Fue así como en 2002 obtuvo este respaldo y por fin el rodaje pudo comenzar.
Esto no quería decir que los problemas hubieran cesado, pero lo cierto es que en lo sucesivo parecían de índole más manejable. Después de los franceses, una compañía española, el Club de Técnicas de Producción, se sumó al consorcio para la filmación de ‘El rey’. La Cali empresarial y audiovisual, a pesar de las limitaciones, le respondió también a Antonio con todo tipo de patrocinios.
A mediados de 2004, luego de seis años de intenso trabajo, Dorado se ha salido con la suya. Ahora el público tiene la palabra.
Alejandro José López Cáceres, especial para GACETA
